Aprender a tocar un instrumento no solo desarrolla habilidades musicales, sino que también puede generar efectos positivos en el cerebro, mejorando la memoria, el lenguaje, la motricidad fina e incluso ayudando a mantenerlo más joven. Un reciente estudio sugiere que la formación musical también podría alterar la forma en que los músicos perciben y afrontan el dolor.
Cómo nos afecta el dolor
El dolor provoca reacciones físicas y cerebrales que modifican nuestra atención, pensamientos y movimientos. Por ejemplo, cuando tocamos una superficie caliente, retiramos la mano automáticamente. A nivel cerebral, suele reducirse la actividad en la corteza motora, lo que ayuda a evitar el sobreuso de una zona lesionada.
Si el dolor persiste, estas señales pueden alterar la movilidad y el funcionamiento cerebral, afectando el “mapa corporal” desde donde el cerebro controla los músculos, lo que puede aumentar la sensación de dolor. Sin embargo, algunas personas muestran mayor resistencia a estas alteraciones, aunque los mecanismos exactos aún se desconocen.
Músicos y resistencia al dolor
El estudio comparó a músicos y no músicos ante dolor inducido de manera segura en las manos mediante un compuesto llamado factor de crecimiento nervioso. La actividad cerebral se midió con estimulación magnética transcraneal (EMT) antes y después del experimento para analizar los cambios en el mapa cerebral de la mano.
Los resultados fueron reveladores: incluso antes de inducir el dolor, los músicos mostraban mapas de la mano más precisos, y cuanto más tiempo habían practicado, más refinado era este mapa. Tras inducir dolor, los músicos reportaron menos molestias que los no músicos y sus mapas cerebrales permanecieron estables, mientras que los de los no músicos se redujeron.
Implicaciones del estudio
El entrenamiento musical a largo plazo parece actuar como un amortiguador frente a los efectos negativos del dolor, reduciendo tanto la intensidad de las molestias como la respuesta de las áreas motoras del cerebro. Aunque la música no es una cura para el dolor crónico, estos hallazgos podrían ayudar a entender por qué algunas personas son más resistentes al dolor y abrir nuevas vías para terapias que “reentrenen” el cerebro frente al dolor persistente.
Los investigadores continúan explorando si la música también protege contra las alteraciones cognitivas y de atención asociadas al dolor crónico, con la esperanza de desarrollar tratamientos innovadores. Para los músicos, esto refuerza la idea de que la práctica diaria no solo perfecciona una habilidad, sino que puede modificar la forma en que experimentamos sensaciones tan fundamentales como el dolor.




